jueves, 14 de diciembre de 2006

UNA SOLUCION PARA EL TERCER MUNDO

En un paseo por ahi me he encontrado con varias lecturas muy interesantes, para algunas de ella ni siquiera tengo un comentario o por falta de conocimiento o por mi incapacidad moral para hacerlo, en fin...juzgue usted mismo y decida si está o no de acuerdo! Me arriesgo a hacer esta publicación, aún sin tener el link del que salió, pues no lo recuerdo y por mi inexperiencia, no lo guardé.

Unos tienen mucho y otros poco. Los que tienen mucho quieren vivir sin trabajar y los que tienen poco están dispuestos a trabajar lo que haga falta con tal de tener muchas cosas. Los que tienen poco quieren tener mucho y por eso van a donde están los que tienen mucho, a hacer las cosas que los que tienen mucho no quieren hacer, las más pesadas y aburridas.

Siguiendo las leyes de Darwin, son los individuos más valientes, los más osados, preparados y capaces quienes se atreven a arrostrar las mayores penalidades para conseguir su sueño: llegar al paraíso (??), allí donde tienen muchas cosas.

¿Resultado? Los países de Africa o Hispanoamérica, los países pobres, se quedan sin la gente más capaz, la más preparada, la que emigra. Mucha de la gente que se pira tienen estudios, lo que no es normal en esos países, o son profesionales cualificados, aquéllos que se sienten más capaces de iniciar una nueva vida en la "civilización". Es decir, que esos países "pierden" a sus mejores hombres a cambio de ganar unos ingresos que enviarán a sus familias.

¿Por qué para los pobres el paraíso es Occidente?

Cualquiera que esté orgulloso de vivir en "el mundo desarrollado", dirá que tenemos buenos hospitales, agua corriente y electricidad, televisión, vídeo, buenos transportes y la policía (pese a lo que nos podamos quejar) no es, ni de lejos, tan corrupta como la de aquellos países. Este argumento podría valer para la mayor parte de los países africanos subsaharianos e incluso algunos latinoamericanos. Pero dejaría muchos interrogantes abiertos en cuanto a países como Marruecos, que dispone de un sistema sanitario "decente".

Sin duda, las escaseces de aquellos países, la corrupción, las sequías, el colapso de sus economías, como la de Ecuador (su moneda, el sucre, desapareció hace unos meses y fue sustituida por el dólar), o las continuas guerras influyen en la emigración.

Actualmente, una buena parte de las economías de esos países se mantienen con los dineros que estas gentes emigradas mandan a sus familias. Con ese dinero pueden ir tirando, sacando adelante a sus hijos y, quien sabe, mandándolos a la Universidad.

Pero en realidad, la emigración sostiene la desigualdad propia del mundo capitalista en el que vivimos. Los emigrantes sostienen el sistema pero no contribuyen a igualar el mundo, porque el mundo está montado desde la lógica de la dominación, sobre todo la cultural, la imposición de un modelo de vida norteameriano. Las economías de esos países exportan materias primas a bajos precios que, encima, encuentran serias dificultades para entrar en el mundo desarrollado por una sencilla razón, nuestros productos están subvencionados y, para más inri, existe una política de cuotas que impide la venta de demasiados productos del Tercer Mundo. De esta forma, el PAC, la Política Agrícola Comunitaria, subvencionando a nuestros agricultores y ganaderos, consigue dos cosas. Por un lado, mantiene contento a un pequeño sector de hombres de campo que, de otra forma, se opondría a la Unión Europea, y, al mismo tiempo, mantiene los precios de los alimentos artificialmente bajos, lo que nos deja pasta para gastar en el sector servicios: cultura y tecnología. Así, el consumo de bienes tecnológicos e industriales, incluido el cine o los libros, se mantiene alto, el verdadero motor de la economía de los países ricos: el estilo de vida. El cine o la televisión norteamericanas se encargarán de vender un modelo de vida (MacDonalds, coche, televisión, comida basura, películas imperialistas o, directamente, estúpidas), que es asimilado por la población como el ideal de vida, el paraíso.

Es ese mismo paraíso el que vienen buscando muchos inmigrantes, el del microondas, el vídeo, los cochazos y las tías despampanantes. El modelo de vida es lo que acabará de conquistar sus mentes, la verdadera neocolonización. Por más que se nos cuente algo diferente, la apertura de las fronteras, hasta un cierto límite (pasado éste sería el caos), contribuye a sostener el actual orden de cosas. Los emigrantes acabarán sosteniendo el sistema de subsidios estatales de manera que terminarán trabajando para nuestros "parados" y jubilados y, de paso, darán una profesión y un sustento a los profesionales de la integración social. Vaya, que pensando muy maliciosamente, quienes abogan por la desaparición inmediata de las fronteras, están a favor de la llegada de sus "esclavos", quienes les liberará de la pesada carga de trabajar.

El capitalismo necesita más trabajadores y consumidores y, aunque resulta paradójico, la industria de la ONGs necesita pobres a los que poder ayudar. (Por si alguien no lo sabe, en el Tercer Mundo hay unos cuantos miles de cooperantes occidentales ocupando trabajos que podrían ocupar los aborígenes y desviando dineros a proyectos de dudosa utilidad).

¿Significa eso que las ONGs y el 0,7% no sirven para nada?

Para nada, ellos son los responsables de que la sociedad se haya dado cuenta de las tremendas diferencias existentes, pero sólo son un parche, no la solución al problema, son la metadona que puede llevar a convertir una dependencia a la heroína en otra no menos tirana. La verdadera solución se llevaría por delante a esas grandes multinacionales en las que se han convertido las propias organizaciones humanitarias.

La situación se arreglaría mucho más rápidamente llevando el capitalismo a sus últimas consecuencias, porque la supuesta libertad de comercio de la que tanto hablan los lobos de Davos sólo existe para los países ricos y determinados productos, los manufacturados. Los países pobres tienen que soportar el "dumping" (subvención) con el que los países ricos mantienen artificialmente baratos sus productos agrícolas y, para colmo, limitan la introducción de las materias primas de los países pobres, su única fuente de ingresos, junto al turismo.

Puestos a globalizar, globalicemos todo, que se deroguen los aranceles aduaneros que graban a sus productos y que nuestros gobiernos dejen de subvencionar nuestra agricultura, permitiendo la entrada de los productos del Tercer Mundo, que los situaría a unos precios de mercado. ¿Qué ocurriría si se hiciera esto?

Los productos agrícolas, nuestros productos agrícolas, se encarecerían una enormidad, por lo que no tendríamos pasta para gastar en vicios (drogas, juergas, ropa, viajes, cine, música), muchos agricultores no querrían trabajar por ese dinero o elegirían echar más mierda a los alimentos, para que crecieran más rápidamente y obtener más plusvalía. En definitiva, la cesta de la compra se encarecería un cacho, es decir, tendríamos que apretarnos el cinturón unos cuantos años. A cambio, los países pobres verían incrementados sus ingresos una barbaridad. El problema es que el dinero iría a parar a los caciques, los terratenientes, los ricos, los explotadores. Los de siempre.

Allí sí no hay ONG que valga. De eso sí que no tenemos la culpa. Eso sólo lo podrán solucionar ellos mismos porque lo contrario sería actuar imperialísticamente. El problema es que sus hipotéticos líderes habrán emigrado, es decir, estarán aquí, lejos de sus países.

¿Será desde aquí donde tendrán que rehacer sus sistemas? ¿Se podrán derribar todas las fronteras algún día?

5 comentarios:

tonyon dijo...
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tonyon dijo...
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tonyon dijo...
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tonyon dijo...
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tonyon dijo...
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