miércoles, 18 de marzo de 2009

La fisiología de la meditación I

Cómo y porqué funciona

Escrito por: Gustavo Estrada

La meditación: un ejercicio neuronal


De la misma forma como el ejercicio físico crece y fortalece los tejidos musculares, el ejercicio mental hace otro tanto con los tejidos nerviosos. Los músculos se adiestran tensionándolos y aflojándolos; las neuronas, estimulándolas y silenciándolas. El ejercicio mental consiste en la adquisición y reutilización de nuevos conocimientos así como en el desarrollo y práctica de nuevas habilidades, sean estas físicas o intelectuales. Las destrezas nuevas, como aprender a multiplicar o a efectuar piruetas con una pelota, son actividades cuyos programas neuronales se siembran y codifican en el cerebro; en cada recordación del conocimiento y en cada repetición de la actividad, los programas cerebrales se ejecutan nuevamente, fortaleciendo durante el proceso las correspondientes conexiones cerebrales. Si las conexiones originales no se usan, se «borran», se olvidan; si se usan con frecuencia, se fijan permanentemente, se retoman con facilidad.

Neuroplasticidad es la capacidad que tiene el cerebro humano de desarrollarse y modificarse continuamente en su estructura misma. Los estudios sobre esta facultad recién descubierta han demostrado que el ejercicio continuado de las habilidades físicas y mentales no solo mejora la utilización de las neuronas existentes y recupera las neuronas deterioradas, sino que también conlleva la generación de neuronas nuevas. En todos los casos, siempre hay mayor conectividad y más circuitos disponibles para hacer más tareas; de manera escueta, hay más cerebro —más materia pensante y actuante— dentro del mismo cráneo.

La comunicación interneuronal ocurre mediante señales eléctricas transmitidas, moduladas o amplificadas a través de neurotransmisores, unas sustancias químicas producidas y almacenadas en cada neurona. Las señales le ordenan a la neurona receptora la repetición de los mensajes a sus neuronas vecinas, con la orden perentoria de continuar una cadena en forma de cascada, o sea, repitiendo la instrucción a terceras neuronas, para que estas continúen sucesivamente con la serie propagadora hasta otra región cerebral o hasta el órgano donde se ejecuta la labor requerida. No todos los impulsos son retransmisión de mensajes. Por el contrario, muchos impulsos le exigen a la neurona vecina que se quede quieta y callada, que suspenda toda actividad y que interrumpa la cadena de mensajes.

Las neuronas que generan mensajes del primer tipo —órdenes de hacer— se denominan excitadoras o activadoras; las que producen mensajes del segundo tipo —órdenes de no hacer—, son inhibidoras o desactivadoras. Cada neurona desde su nacimiento se especializa en una u otra función. Cuando las neuronas inhibidoras están ocupadas, su trabajo pasa desapercibido y el dueño del sistema nervioso no se percata del esfuerzo bloqueador de este tipo de neuronas. La gran mayoría de las neuronas son excitadoras pero las neuronas inhibidoras trabajan con mayor frecuencia; se estima que en todo el sistema nervioso el número de señales excitadores que se envían es más o menos igual al de señales inhibidoras. Cabe anotar que los movimientos musculares son una compleja alternación de instrucciones de ambos tipos de neuronas funcionando con la más extraordinaria sincronización.

Al igual que la gimnasia mental, las diversas técnicas de meditación son ejercicios neuronales, pero de naturaleza muy diferente a los adiestramientos mentales corrientes. Para efectos de este artículo, nos referiremos únicamente a dos modalidades de meditación y, más específicamente, a dos modalidades de meditación budista. La primera, a la cual denominamos meditación de la atención, pues es una aplicación de la recta atención, la séptima práctica del camino noble, es la observación cuidadosa de las sensaciones corporales. Más específicamente, la meditación de la atención que nos interesa en este artículo es la contemplación voluntaria y dedicada del cuerpo y de las sensaciones que en él ocurren. A la segunda modalidad de meditación la denominamos meditación del éxtasis, dado que es esencialmente la aplicación de la octava práctica noble, el recto éxtasis. La meditación del éxtasis es una secuencia de cuatro niveles progresivos de introversión por los que atraviesa un practicante cuando se aísla de la sensualidad y de los estados mentales perjudiciales. En la meditación de la atención, el meditador entra con un mapa —con un plan predefinido— a su «bosque mental» y observa lo que quiere a su voluntad; el meditador busca la experiencia. En la meditación del éxtasis, el meditador entra a su «bosque mental» y observa lo que se va presentando; el meditador se entrega a la experiencia.

El entrenamiento neuronal de los ejercicios físicos como la gimnasia o el baile y de los ejercicios mentales como el ajedrez o los crucigramas adiestra, primordial pero no exclusivamente, las neuronas excitadoras que están inactivas o laborando a media marcha. El entrenamiento neuronal de la meditación se concentra en las neuronas inhibidoras, aquellas cuyo oficio consiste en reprimir, aquietar y silenciar.

Revisemos ahora algunas de las investigaciones científicas recientes acerca de la fisiología de la meditación. El doctor Herbert Benson, profesor de medicina de la Universidad de Harvard, define cuatro elementos o requisitos para la práctica de la meditación: ambiente tranquilo, actitud pasiva, posición confortable y dispositivos mentales. Los dispositivos mentales son las cosas (por ejemplo, una parte o un área del cuerpo) o los fenómenos (por ejemplo, la respiración o las sensaciones corporales) en los cuales se centra la atención durante la práctica. Relacionemos, para explicar el papel de la inhibición, estos cuatro elementos con las dos clases de neuronas.

Los tres primeros requisitos de la meditación ordenan descanso o reducción de ritmo a los millones de neuronas excitadoras que manejan la rutina diaria. El bajón de velocidad ocurre tan pronto como el meditador se queda quieto, guarda silencio, se aísla de interrupciones y se sienta cómodamente. Una vez inmóvil, callado y con la boca y los ojos cerrados, el meditador deja sin oficio, por el rato que dure la práctica, a una amplia variedad de neuronas, «las motrices, las parlanchinas, las glotonas y las fisgonas». Por ejemplo, con solo cerrar los ojos silenciamos alrededor del veinte por ciento de las neuronas del cerebro, pues la función de la visión es una de las usuarias más exigentes de la materia gris. La quietud y el silencio conllevan recesos similares de neuronas, aunque en proporciones menores. El cierre de la boca no solo apunta al silencio verbal sino también a la abstención de alimentos; vale la pena resaltar que no solo no se ingieren comestibles mientras se medita (esto resulta más que obvio), sino que tampoco debe consumirse cosa alguna durante las dos horas que anteceden a la práctica con el fin de que el aparato digestivo y las neuronas que lo controlan también entren en receso.

Hay mucho sentido en todo lo anterior. ¿Qué hacemos cuando queremos descansar o dormir? Pues adoptamos medidas similares —quietud, silencio, comodidad— de la forma más natural. Las ventajas del sueño, así lo entiende la ciencia actual, son primordialmente de carácter mental y su principal beneficiario es el cerebro, el órgano que más lo necesita.
Hasta aquí coinciden sueño y meditación. Pero es en las neuronas inhibidoras donde se encuentra el campo exclusivo del juego de la meditación y el territorio primario de su influencia. Las neuronas inhibidoras son directamente manipuladas por los dispositivos mentales, el cuarto elemento de Herbert Benson. Los dispositivos mentales de la meditación budista son su ingrediente diferenciador con respecto a cualquier otro ejercicio; estos dispositivos mentales son también los que la distinguen del sueño (donde la atención se apaga) y le dan a la meditación budista (donde la consciencia es total) las ventajas mentales y vitales que el solo acto de dormir no proporciona. Nuestro sistema nervioso, por necesidad o por conveniencia, acalla permanentemente multiplicidad de sensaciones en la vida diaria. Con la práctica continuada de la meditación es posible encender y apagar las sensaciones mencionadas, rutina esta que no es otra cosa que el ejercicio —el adiestramiento, la gimnasia— de las neuronas inhibidoras.

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