Escrito por: Gustavo Estrada
Inhibición y meditación del éxtasis
En la meditación del éxtasis, el meditador se aísla, tanto física como mentalmente, y se hunde progresivamente en niveles más y más avanzados de ensimismamiento. Mediante su actitud pasiva, el practicante permite lentamente que muchas señales nerviosas, cualesquiera que ellas sean, vayan desvaneciéndose. Aquí los dispositivos mentales son el silencio mental, el sosiego y la ecuanimidad que experimenta el meditador. En el proceso, el practicante penetra en niveles de introversión cada vez más profundos; millones de neuronas excitadoras se apagan (adicionales a las que ya lo estaban por efecto de los tres primeros elementos de Benson) y millones más de neuronas inhibidoras, que estaban apagadas, se encienden y comienzan a ejercer su función bloqueadora. Como resultado de estas acciones, el cerebro recibe menos y menos señales o, lo que es equivalente, ignora más y más cosas.
El radiólogo Andrew Newberg y el psiquiatra Eugene D’Aquili fueron los pioneros de las investigaciones sobre la relación entre la actividad neuronal de monjes budistas practicando la meditación del éxtasis y las diferentes partes del cerebro; sus experimentos, utilizando tecnología computarizada de imágenes, tuvieron lugar en el Centro Médico de la Universidad de Pensilvania a finales de los años noventa. ¿Por qué monjes budistas? Porque la meditación del éxtasis demanda mucha más consagración y experiencia que la meditación de la atención y los monjes budistas son los «pesos pesados» de la meditación. Conectados a sofisticados equipos, los meditadores efectuaron sus prácticas en un cuarto aislado y, mediante una cuerda que jalonaban a voluntad, les indicaban a los investigadores, que se encontraban en una habitación vecina, el instante en el cual alcanzaban un nivel elevado de introversión. En ese momento el doctor Newberg entraba en el cuarto y le inyectaba al monje de turno una sustancia radioactiva que señalaba en un escáner los puntos del cerebro donde estaba ocurriendo la actividad neuronal.
Las imágenes logradas mostraron que mientras más profunda la meditación, mayor el flujo sanguíneo a la corteza prefrontal, un área identificada como el asiento de la atención, indicando un aumento de la actividad electroquímica en ese sitio. Al mismo tiempo, también indicaron que en un sector de la parte posterior superior derecha del cerebro, conocido como el área de asociación de la orientación, muy poco o nada estaba allí ocurriendo. Es en esta área donde el individuo procesa el sentido del espacio y del tiempo, donde tiene información de los límites de su cuerpo, y donde entrelaza los datos del fin de su contextura física y del comienzo del resto del mundo.
¿Qué explicaciones se sugieren para estos contrastes de la actividad neuronal en los monjes meditadores? Si al área de orientación del cerebro de una persona no le llega señal alguna, resultado esperable del trance inducido, es como si el sujeto se quedara sin reloj, metro, brújula o radar —sin ningún instrumento, para todos los efectos—. Según la explicación de Newberg, «el cerebro no tiene otra alternativa que percibir a su dueño como ilimitado, como unificado con toda la creación, como fundido con todos y con todo». No entro en las consideraciones teológicas o psicológicas de estos hallazgos, pero ellos sí proveen un buen sentido a algunas de las descripciones de las experiencias de estados alterados «buscados» en cuanto se refiere a la disolución del ego y a la desaparición de la noción de tiempo.
Por otra parte ¿por qué ocurre tanta actividad neuronal en la corteza prefrontal, el asiento de la atención? ¿No debería el asiento de la atención acallarse como sucede con el área de asociación de la orientación? La meditación del éxtasis es una vigilancia pasiva, sin ninguna comparación, juicio o análisis; no hay cálculos, rememoraciones o procesos creativos; no hay rotación de la observación alrededor del cuerpo como ocurre en la meditación de la atención. La vigilancia mental simplemente se focaliza silenciosa e imparcialmente en los resultados del ejercicio. La actividad neuronal debería ser, por lógica aparente, mínima en la corteza prefrontal. ¿No es paradójico este resultado?
En realidad el fenómeno tiene una explicación razonable. Cuando los monjes budistas del experimento alcanzan los niveles más profundos de su éxtasis, las neuronas del asiento de la atención están «activamente» dedicadas a enviar señales inhibitorias, están ocupadas, en grado superlativo, deteniendo el tráfico de todas las impresiones que alejen al meditador de lo que está sucediendo durante su experiencia. En consecuencia, la interacción de los órganos de los sentidos con sus correspondientes objetos se encuentra bloqueada por las neuronas inhibidoras, generándose así en las imágenes computarizadas una manifestación de intensa actividad. En particular, estas neuronas bloquean cualquier flujo de señales hacia el área de asociación de la orientación; allí, en verdad, no ocurre nada y, por lo tanto, las imágenes muestran «silencio completo».
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